Explotación económica de Egipto por Roma: El agotamiento del país

El año 30 a. de C. supuso una de esas fechas fundamentales en la historia del Mediterráneo. Octavio vencía en la batalla naval de Accio a la flota mandada por el romano Marco Antonio. Éste contaba con el apoyo de la reina de Egipto, Cleopatra VII. Comenzaba así la explotación económica de Egipto por Roma.

Batalla por Egipto

Sin embargo, la última monarca lágida, viendo el fatal desenlace de la contienda, prefirió abandonar a su amante y retirar el grueso de sus embarcaciones, emprendiendo la huida hacia sus tierras. Una vez allí, se suicidó haciéndose morder por un áspid, animal divino para los egipcios. El antiguo país de los faraones entraba en la órbita del mundo romano definitivamente. Por primera vez en la historia, todo el Mediterráneo se inscribía dentro de la misma unidad política.

Octavio se anexionó Egipto como parte integrante de los territorios de Roma. Sin embargo, Egipto constituyó un caso especial dentro de la administración del Imperio.

Cayo Julio César Octavio Augusto

Cayo Julio César Octavio Augusto

Octavio siempre consideró el país del Nilo como una conquista personal. De esta manera, Egipto era considerado, en toda su extensión, como una propiedad privada sujeta a las enteras disposiciones del Princeps. Esta situación no fue casual y se sostuvo durante el Imperio. Dos son las principales razones para explicar el peculiar papel de Egipto dentro del orden romano: En primer lugar, la peculiaridad histórica del país, sumamente anclado en el tradicionalismo; en segundo lugar, el potencial económico y humano del que disponía. Administrativamente, estos territorios se encontraban bajo la supervisión de un delegado personalmente designado por Octavio y sus posteriores sucesores. El cargo establecido era el de Prefecto de Egipto. Tenía todas las competencias para dirigir los asuntos egipcios y su explotación en beneficio de Roma. Por debajo de él, numerosos funcionarios, desde financieros hasta militares, aseguraban una efectiva explotación de los recursos egipcios hasta tal punto que agotaron la riqueza económica del país.

Uno de los principales pilares económicos del país residía en sus tierras. La propiedad de la tierra se puede clasificar según los tres tipos de propietarios existentes. El emperador, a título personal, disponía de una ingente superficie cultivable en el país, conocida como ge basiliké. Estas eran las tierras que pertenecían a los antiguos monarcas lágidas que pasaron de forma instantánea tras la anexión al emperador romano. Su número se acrecentó ya que muchas tierras abandonadas fueron absorbidas. Eran explotadas por arrendatarios que previamente tenían que pagar una renta por su usufructo. Las hiera ge estaban compuestas por aquellas propiedades de los templos.

Durante un periodo estuvieron exentas de cualquier carga fiscal, sin embargo, con el tiempo, las autoridades romanas fueron interviniendo cada vez más en ellas hasta llegar a puntos culminantes con Septimio Severo. También existían pequeñas y medianas propiedades privadas, sobre todo en el siglo II d. C. Roma favoreció su creación mediante la venta de tierras abandonadas o la desamortización de las de los templos. La mayoría se entregaban a veteranos que las explotaban mediante esclavos.

La importancia de la agricultura egipcia en el sistema económico romano queda demostrada ya que Egipto se convirtió en el exportador por excelencia de trigo a la ciudad de Roma. Los excedentes egipcios permitieron que grandes cantidades de grano llegasen a la capital del Imperio, para posteriormente ser repartidas entre la plebe urbana o, a modo de prebendas, entre los elementos acomodados de la ciudad. Incluso, los momentos en que se producían malas cosechas en las fértiles llanuras en torno a El Nilo, provocaban inmediatamente la aparición de revueltas populares en la ciudad de Roma, por la falta de abastecimiento de cereal.

Hay que diferenciar claramente la economía de Alejandría de la del resto del país, donde prácticamente todas las actividades se centraban en la producción agrícola. Por el contrario, Alejandría se convirtió en un importante centro artesanal. En la antigua ciudad fundada por Alejandro, se producían cantidades de tejidos de lino, objetos de vidrio, papiro, orfebrería, perfumes y otros objetos suntuarios que eran fuertemente demandados en otras partes del Imperio. Por otra parte, la ciudad, enclavada en un estratégico lugar del Delta, conservó su importancia comercial. No sólo por la exportación de estos elementos, sino porque canalizaba las rutas comerciales que a través del Nilo llegaban desde el sur o desde el mar Rojo, con grandes cantidades de mercancías exóticas.

Sin embargo, la ruina económica de Egipto vino propiciada por la fuerte presión fiscal a la que fue sometida la población, especialmente la nativa, ya que los elementos romanos o griegos mantenían una serie de privilegios. Todos los adultos debían pagar un impuesto desde los 14 a los 60 años (capitatio). En el caso de poseer esclavos entre estos límites de edad, también debían pagar su correspondiente capitatio.

Era obligatorio entregar una relación con cualquier tipo de propiedad y relación censal de cada familia a las autoridades, para que éstas estableciesen las tasas fiscales. Incluso los viajes de inspección del prefecto, o visitas como la realizada por Adriano, eran sufragadas por el pueblo. Se llegó, incluso, a grabar cualquier tipo de producción, fuese cual fuese. Por otra parte, Roma disponía de enormes ventajas en la explotación de los recursos. Las minas, canteras, salinas o la obtención de natrón (fundamental para la momificación) eran de propiedad estatal. El mantenimiento de las estructuras extractivas no corría a cargo de Roma, sino de los propios egipcios. Además, estaban obligados a realizar tareas de reparación y construcción de diques y canales (sordidum munus), excepto para los que evitasen tal labor mediante pago previo.

Estas medidas provocaron la ruina de la agricultura egipcia y, por lo tanto de su economía. La excesiva presión fiscal centrada casi en exclusiva sobre el campesinado indígena fue causa de numerosas revueltas. En el mejor de los casos, del abandono de las tierras de labor y la huida de los fellahs al desierto. El sistema impuesto desde Roma acabó agotando las enormes posibilidades económicas de Egipto.

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