Es cierto que la labor investigadora y excavadora cuyo escenario es la región de Egipto, la egiptología, parece ser uno de los focos de sabiduría más denotados del planeta.
A partir de la constante labor de arqueólogos propiamente egipcios se han logrado descubrimientos sorprendentes como son: el hallazgo de la momia más bella de la historia del Antiguo Egipto, el sarcófago más antiguo hallado, sarcófagos realmente intactos y sin huella alguna del generalizado saqueo (más de cuatro mil años)…
Las causas que fundamentan la fulgurante labor de instituciones, universidades… de nacionalidad egipcia por el conocimiento del Antiguo Egipto y de su cultura parecen más que evidentes ya que han sido durante miles de años, ellos mismos los principales interesados en reconstruir hasta el último detalle de su herencia cultural. Un espléndido ejemplo lo encontramos en la figura y en el trabajo realizado por el señor Zahi Hawass, secretario general del Consejo de Antigüedades y director de distintos equipos de excavación. Sin embargo, en unos casos más que en otros, son muchos los curiosos que aún muestran una pizca de asombro cuando comprueba que aquella fiebre por la egiptología desatada a fines del siglo XIX, llegó y enraizó en culturas tan lejanas.
Una vez inmersos en la búsqueda de la información sobre la que fundamentar el título de dicho artículo nos hemos encontrado con una agradable sorpresa y es que la ciencia de la Egiptología está más arraigada en el planeta de lo que en un principio podríamos haber imaginado. La inmensa fascinación mundial por dicha arqueología se ha traducido en una cooperación entre Egipto y distintas instituciones a nivel mundial, llegándose a convertirse en un verdadero punto de encuentro entre todas estas distintas culturas.
Hace más de dos siglos que los arqueólogos franceses trabajan en Egipto para comprender las sucesivas civilizaciones que han ocupado el territorio. Lo comienzos los encontramos de la expedición de Napoleón Bonaparte a Egipto, cuando que las esfinges de Saqqara emergieron del desierto de arena; en la actualidad, este país sigue fascinado por la Egiptología y en numerosas universidades de Francia se estudia egiptología. Además, el Ministerio el Centro Franco-egipcio de Estudio de los templos de Karnak, creado en 1967 y al que están asociados el CNRS y el IFAO; subvencionan hasta once operaciones cuyo fin, entre otros, no es más que el de levantar por completo los templos en ruinas de este prestigioso lugar.
En España, el interés por la egiptología ha calado en la sociedad española, si bien es cierto que el proceso no se ha caracterizado por la misma fuerza con la que se desarrolló en los países de nuestro entorno cultural. La causa la debemos buscar en la falta de tradición de entonces, por un lado, y que nuestras inyecciones a través de instituciones mecenas se limitan a los de las universidades (Universidades de Madrid: Complutense, Autónoma y la de Alcalá de Henares), la Asociación Española de Egiptología y poco más.
Son muchas las voces que hablan de una Egiptología española de biblioteca pero lo que sí es absolutamente cierto es que gracias a la colaboración existente entre los Ministerios de Cultura de Egipto y España desde hace años, tenemos a muchos arqueólogos de nacionalidad española en el terreno participando de excavaciones de suma relevancia (localizar la tumba del que fuera alcalde de Luxor en la XXV dinastía egipcia, Mentumhat) y con resultados aún más asombrosos como ha sido la misión del arqueólogo español, José Manuel Galán, quien se ha convertido en el científico que halló el primer retrato de un faraón cuya imagen no aparece de perfil, sino de frente.
Una de las grandes escuelas europeas la encontramos en Inglaterra, han sido multitud de expediciones y de aún más interesantes hallazgos como es el caso reciente de una fábrica de vidrio de tres mil años de antigüedad, muchos de estos hallazgos forman hoy parte de las grandes colecciones de museos como el Británico.
La historia de la Egiptología en muchos países no ha seguido la ortodoxia que marcaban las grandes escuelas europeas, ni ha ido tan rápida como hubiese sido el deseo de muchos pero en el caso alemán el ritmo de trabajo es apabullante (véase el caso de una red de templos de 2.000 años antes que las pirámides de Egipto o Stonehenge) y recientemente hemos asistido a uno de los hallazgos de los cuales la experta opinión tildan de la Nueva Piedra Rosetta.
El estallido de la Segunda Guerra Mundial en Europa colocó a Suiza en un lugar privilegiado convirtiéndose, respaldada por su neutralidad, en la caja fuerte de los saqueos más impresionantes de la Historia; también las antigüedades robadas en dicha época fueron guardadas en bancos suizos. Tras el restablecimiento de la paz, el fervor que despertó dicha ciencia entre la población y la colaboración entre Francia y Suiza en distintos proyectos promovió que la universidad de Ginebra se convirtiese en la autora del gran descubrimiento de antiguas estatuas bien labradas de los reyes nubios conocidos como los faraones negros en el Valle del Nilo, al Norte de Sudán.
En regiones tan lejanas y con culturas tan dispares como es la nipona también encontramos esa obsesión por el mundo de la Egiptología; el poderío económico y el alto nivel de mecenazgo de fundaciones y empresas, junto a intrépidos arqueólogos y una avanzada tecnología, son las claves fundamentales para el hallazgo de tesoros tan significativos como es el reciente protagonizado por la expedición de Sakuji Yoshimura (director del centro de cultura egipcia, que ha estado excavando el área de Dashur norte desde 1996) del sarcófago de 3000 años de antigüedad de un faraón del Reino Nuevo al sur de El Cairo junto a unos 4000 objetos dentro de la tumba-capilla, incluyendo objetos de cerámica, fragmentos de piedra y huesos humanos que se cree que pertenecieron a ladrones de tumbas.
Los arqueólogos rusos se suben al carro y se atreven a reformular, a partir de su propio concepto, el desarrollo del antiguo Estado egipcio. A través del Centro de Estudios de Egipto del Instituto de Orientalismo (Academia de Ciencias de Rusia) surge un imperioso interés por comprobar la teoría, de esta manera podemos afirmar que, en la actualidad, se ve inmersa en uno de sus programas más ya que pretenden descubrir la capital más antigua de Egipto.
Al mismo tiempo debemos señalar otras líneas de investigación íntimamente ligada a Egipto. Por un lado, observamos que arqueólogos rusos, junto con especialistas del Centro Nacional de Obras de Restauración, han ganado el concurso convocado para adjudicar el contrato de restauración de la primera iglesia cristiana en Egipto en la que se conservaron los frescos que datan del siglo IX; mientras que lo simultanean con otras investigaciones antropológicas y demográficas en Egipto.
La creciente aplicación de las últimas novedades tecnológicas en la arqueología como el uso de técnicas geofísicas y geoquímicas, ha facilitado a aquellos equipos mejor equipados muy complicadas tareas, éste es el caso de las expediciones de arqueólogos estadounidenses que han llegado a descubrir en Egipto una necrópolis antigua en la zona monumental de Kom El Ahmar, unos 600 kilómetros al sur de el Cairo, la que ha sido considerada como el mayor cementerio que hasta ahora se ha encontrado de la antigua civilización egipcia, de hace más de 5.000 años.
Como podemos comprobar, la fiebre por la Egiptología y la creación de grupos de expertos y de expedición ha arraigado incluso en América latina; a través de las numerosas noticias que solemos encontrar en los diarios sabemos de la existencia de focos de estudio en Venezuela, Uruguay…el caso de Argentina atrae nuestra atención debido al importante hallazgo (1996) de ciudad fortificada construida por Ramsés II en Tell el-Ghaba, quince kilómetros al este del Canal de Suez. Las pasiones que levanta esta ciencia mueve masas y en lugares que nos resultan tan lejanos como es Australia también pueden presumir de haber colaborado con la reconstrucción de la Historia egipcia (véase el caso de aquellos arqueólogos australianos que han descubierto unas de las momias mejor conservadas en Egipto).
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